martes, 30 de agosto de 2016

BLW Hamburguesas de lentejas

Os traigo otra receta adaptada a los más pequeños, pero válida para toda la familia. Hoy cocinamos lentejas.
Por supuesto esta receta puede hacerse con lentejas cocidas en casa, es una buena forma de aprovechar las sobras. Como continúo sin peso, de nuevo os pondré los ingredientes "a ojímetro".

Ingredientes:
1 bote de lentejas cocidas
2 zanahorias
1/2 calabacín
1/2 cebolla
1 diente de ajo
1/2 taza de copos de avena

Preparación:
Precalentar el horno a 180ºC.
Pelar y picar el calabacín, las zanahorias, la cebolla y el ajo en trozos pequeños, sofreír en una sartén hasta que se ablanden. Reservar.
Escurrir las lentejas y mezclar en un bol con las verduras reservadas, aplastar con un tenedor hasta hacer una masa (no interesa hacer un puré, así que mejor con tenedor que con procesadora).
Añadir copos de avena hasta lograr hacer una masa manejable.
Hacer bolas con las manos y aplastar en una bandeja con papel de horno hasta darles la forma de hamburguesa.
Hornear entre 10 y 15 minutos, hasta que estén doradas.




Los copos de avena pueden sustituirse por pan rallado (para los peques sin sal) harina, arroz... 
Llenan mucho y están muy ricas, una forma diferente de comer lentejas.
¡Espero que os gusten!
Hasta la próxima entrada.

miércoles, 24 de agosto de 2016

El nacimiento de Comino

¡El tiempo vuela! parece que fue ayer cuando supimos que iba a aumentar nuestra familia, pero ya estamos a escasos días para celebrar el primer cumpleaños de Comino.
Hoy os voy a contar cómo fue su llegada a este mundo, no solo con palabras, también con el reportaje que Perifollo fue transmitiendo en directo a través de facebook.

12 de Septiembre de 2015. Tenía 30 años y estaba embarazada de 39+3. Aquella mañana, a las 8:00 Perifollo y yo hacíamos nuestra entrada por la puerta de urgencias de el hospital que escogimos, tal y como nos habían citado, para la inducción al parto.



Tres semanas antes en otro hospital, en el que me llevaban los controles conjuntamente el endocrino y la ginecóloga de riesgo por la diabetes gestacional, me recomendaron que ingresara en su hospital en la semana 37 para monitores y valorar una cesárea por sospecha de bebé macrosómico. Se considera que un bebé es macrosómico cuando el peso estimado en la ecografía es superior a 4kg, pero en teoría no se empieza a considerar que puedan aumentar las complicaciones hasta que estiman un peso superior de 4´5kg, así que tras pensarlo y valorarlo con nuestra ginecóloga habitual les comuniqué que no iba a presentarme al monitor y que antes de programar una cesárea prefería intentar tener a mi hijo por parto vaginal, la respuesta de el ginecólogo fue en palabras textuales "tu no sabes lo que es parir un niño macrosómico", la respuesta de mi ginecóloga fue "tu ya has parido a un niño de más de 4kg, nada me hace sospechar que no pueda intentarse un parto vaginal". En aquel hospital nos lo pintaban todo muy feo, incluso llegaban a culparme de que si no lograba controlar mis niveles de glucosa a pesar de la insulina, era porque yo me pinchaba lo que quería en lugar de lo que ellos me recomendaban, esas afirmaciones, el hecho de que perdieran mi historia en tres ocasiones y que se dedicaran a tratar de desprestigiar con toda su energía el hospital en el que habíamos decidido dar a luz no hizo más que reafirmar nuestra decisión de no acudir a la cita que nos plantearon. En nuestro hospital nos recomendaron la inducción al parto para evitar posibles complicaciones con el peso y la salud de Comino a causa de mi diabetes mal controlada. Valoramos las posibilidades y decidimos ingresar para la inducción.
Yo iba con bastante miedo por el recuerdo de la inducción de el parto de Curcuhuete, pero esta vez tenía la tranquilidad de que Perifollo estaba a mi lado, y la certeza de que, a pesar de ser una inducción, iban a ser mucho más respetuosos con nosotros.
Nos recibieron el ginecólogo que nos atendió un mes antes cuando tuvieron que ingresarme unos días por una migraña incontrolable (que hablaba muy rápido, pero lo explicaba todo con mucho tacto) y una matrona que nos encantó nada más verla, directa, sincera, cercana y divertida, leyó nuestro plan de parto mientras escuchábamos el sonido de los latidos del corazón de Comino a través de el monitor. "Ma", que así la llamaremos a partir de ahora, nos explicó los puntos del plan de parto que no podrían cumplirse a causa de la inducción (como el hecho de no ponerme vía, por ejemplo) aunque nos dijo que haría lo posible para respetarlo al máximo. Nos explicaba con detalle cada paso que daríamos durante la inducción, nos enseñó el entorno en el que daríamos a luz, recomendándonos la ducha para la dilatación y enseñándonos cómo colocar la cama para que pudiera escoger la postura en la que mejor me encontrara yo en cada momento. Terminado el monitor y la exploración (para la que me pidió permiso e hizo con sumo cuidado) nos explicó que la inducción podría ser larga, si el gel de prostaglandinas no hacía efecto en 24 horas habría que valorar el poner otra dosis o proceder a la rotura de bolsa y la oxitocina. Le conté mi miedo a la oxitocina por mi experiencia anterior y ella me escuchó y me dijo "he leído la historia, aquello no estuvo bien, tranquila que yo no voy a forzar nada, estoy aquí para acompañarte". Me puso el tampón de prostaglandinas y una vía y me preguntó en qué postura me gustaría parir, le dije que en cuclillas, y ella me escenificó que lo mismo le daba sentarse, estar de pie, tumbarse en el suelo, en la ducha... lo único que me recomendó era no hacerlo en el wc. Nos dejó solos un rato y volvió con una pelota de pilates y un inflador, que al final logró inflar Perifollo, pero tras varios intentos por parte de Ma con y sin colaboración suya, aquella pelota parecía no querer inflarse. Ma creó para nosotros un ambiente acogedor, divertido, relajado y cercano.




Estuvimos en aquella sala, que sería tanto la sala de dilatación como el paritorio, un par de horas, después nos trasladaron a nuestra habitación, había dos camas, una para mi y otra para Perifollo. 



Ya en nuestra habitación Ma pasaba a vernos cada poco tiempo, nos recomendó pasear, subir y bajar escaleras, salir a la terraza para que nos diera el aire, comer bien y dormir.
El día transcurría con normalidad, nos visitaban tanto Ma como el ginecólogo, no me exploraban, solo me preguntaban cómo estaba, observaban mis controles de glucosa y un par de veces por la mañana y otras dos por la tarde me volvían a poner las correas del monitor. Algo pasó aquel día que mis niveles de glucosa decidieron normalizarse, y el ginecólogo me dio vía libre para hacerme yo los controles. Ma me acariciaba la tripa cada vez que venía y comentaba divertida con las enfermeras que por el tamaño de mi barriga igual daríamos la sorpresa de acabar pariendo dos bebés. Me dieron de comer, merendar y cenar. A las 22h Ma vino a hacer un último registro, no había novedad ninguna, se registraban contracciones muy leves, prácticamente imperceptibles, que no parecía que empezara el parto, así que nos dijo que descansáramos todo lo que pudiéramos, y que si no la llamábamos en mitad de la noche nos veríamos por la mañana.



A la mañana siguiente todo seguía igual, en calma. Una enfermera vino a preguntarme el nivel de glucosa en ayunas, estaba en límites correctos, consultó con el ginecólogo y me recomendaron ponerme la dosis de insulina antes del desayuno.



Mientras desayunaba leí un precioso mensaje que una de mis hermanas me había dejado en facebook y escuché por última vez la canción "sabemos parir" de Rosa Zaragoza.
Nos acompañaron al paritorio donde Ma y el ginecólogo se despidieron de nosotros. Me dio mucha pena despedirme de ella, me había hecho sentir tan cómoda que no quería que nos atendiera nadie más, en su lugar entró un hombre serio, acompañado por un ginecólogo muy sonriente que nos explicó de nuevo el hecho de que nuestro plan de parto no podría cumplirse a rajatabla, lo hizo de muy buenas formas, nos comentó que ya le habían contado todo sobre nosotros, que estábamos abiertos a escucharles en caso de tener que tomar una decisión que no contempláramos en el plan, nos dijo que nos vería de nuevo cuando llegara el momento del expulsivo (como Comino parecía ser muy grande él estaría para quedarse más tranquilo) y se fue con la misma sonrisa con la que entró. Le comenté a Perifollo que no me gustaba aquel ginecólogo (Dos años después de nacer Curcuhuete él me diagnosticó ovarios poliquísticos, me dijo que probablemente sería estéril y comparó a mis hormonas con cervezas que mi cerebro enviaba a mis ovarios como si estuvieran de botellón, se que trataba de parecer cercano y que le entendiera bien, pero a mi no me inspiraba mucha confianza) y aquel hombre serio se presentó, le llamaremos "Ele". Me hizo un monitor, un tacto (en el que me comentó que Comino estaba en cefálica, pero muy alto y algo ladeado) me quitó el tampón, me puso el gotero con la oxitocina y procedió a romper la bolsa. Estaba borrando cuello, "está casi al 50%" me dijo que la cosa estaba muy verde pero que veía buen cuello, que se notaba que estaba blandito, me dijo que el cuerpo es muy sabio, y que el mío tenía el recuerdo del primer parto. Me dejó puestas las correas del monitor, que nos acompañaba marcando el ritmo de los latidos del corazón de Comino. Nos explicaba cada paso que daba y que iba a dar, me hizo un test de glucosa y me preguntó si me había puesto insulina, al decirle que si me preguntó cual y se marchó dejándonos solos a Perifollo y a mi. Eran las 10:00 de la mañana. Yo miré el gotero cayendo gota a gota y al sentir las primeras contracciones sonreí y después de comentarle a Perifollo lo que sentía comencé a llorar. Me daba mucho miedo que todo volviera a repetirse, el no ser capaz de disfrutar del parto, el perder el control, pero esta vez todo sería diferente, Perifollo me cogió la mano, me secó las lágrimas y me dijo "esta vez no estás sola, yo estoy contigo" era justo lo que necesitaba sentir, que estaríamos juntos en el viaje que nos esperaba. En seguida entró Ele y me dijo que iba a ponerme un gotero de suero con glucosa, para evitar las bajadas de azúcar durante el parto, y otro con insulina, pero al ir a colocarlos se dio cuenta de que en la vía que me habían puesto solo  podía ponerme dos goteros, así que tras disculparse me pidió permiso para ponerme otra vía, me la puso en el otro brazo, la verdad es que ni me enteré. Las contracciones ya se hacían notar y cada vez que Ele notaba que tenía una se callaba hasta que pasaba y nos explicaba los avances tanto a Perifollo como a mi. Me preguntó si quería la epidural, dije que no. Nos dijo que a partir de ese momento no podría comer nada, por si la cosa termina complicándose y tuviéramos que ir a una cesárea de emergencia, pero que podría beber todo lo que necesitara, también me dijo que podía levantarme y moverme, pero que no quería quitarme las correas del monitor de momento, hasta ver cómo iba evolucionando el bebé por el tema glucosa, así que no podría moverme muy lejos, solo hasta donde me permitieran los cables.



Probaba a levantarme, sentarme, tumbarme, las contracciones eran cada vez más intensas. Ele venía a vernos de vez en cuando, comprobaba las contracciones y el pulso de Comino, nos preguntaba cómo estábamos y si necesitábamos algo, vigilaba los goteros y mis niveles de glucosa y nos dejaba solos. Cada vez que entraba a vernos nos decía lo mismo, que le llamáramos para lo que necesitáramos y volvía a ofrecerme la epidural, a las 14:00 entró la enfermera con una bandeja de comida, me dijo que "por error" me habían pedido comida, así que para no tirarla se la dieron a Perifollo, que se la comió a pesar de no tener sal, ni azúcar... lo que hace el hambre.




Las horas pasaban, Ele entraba y salía, en tres ocasiones vino a quitarme la oxitocina, y en dos ocasiones volvió a ponerla de nuevo al ver que bajaba el ritmo de las contracciones. A estas alturas yo ya estaba metida en el planeta parto, en cada contracción no podía evitar soltar una especia¡e de mugido, me ayudaba a sobrellevarlas, en mi cabeza no dejaba de sonar la canción sabemos parir, la repetía una y otra vez como si se tratara de un mantra, a veces hasta la cantaba en voz alta. Entonces el monitor dejó de mostrarnos el latido de Comino, Ele entró rápidamente y tras comprobar que no había forma de localizarlo en condiciones (por segundos se escuchaba muy débil, para luego desaparecer) me pidió permiso para hacerme un tacto para comprobar la posición de Comino y valorar el poner un monitor interno (que en nuestro plan de parto solicitamos que no se utilizara), el tacto me dolió mucho, Comino seguía estando muy alto y se había girado, estaba mirando justo hacia el lado contrario que debía mirar para hacer más sencillo el expulsivo, le puso con sumo cuidado el monitor interno, Ele me preguntó de nuevo si quería la epidural (estaba dilatada de 5cm) le dije que no, y él me dijo que prefería que no la usara porque entre que el bebé era grande y que no estaba en posición me vendría muy bien poder empujar sin restricciones. Le comenté, entre contracción y contracción, que se me hacía largo en comparación con mi primer parto, que en aquel dilaté más rápido, así que me recomendó tumbarme de el lado derecho, que esa posición solía ayudar a que todo avanzara más deprisa, y así hice. Nos dijo que en media hora más o menos vendría a ver cómo seguíamos, miré el reloj, las 16:00.
Tumbada de lado las contracciones empezaron a hacerse más y más fuertes, aquella canción volvía a mi cabeza con cada una de ellas, eran muy seguidas e intensas, aquel mugido empezó a convertirse en un "Oooommmmm", algo me molestaba mucho en la pierna, me quejaba en cada contracción de que algo se me clavaba en el muslo desconcentrándome, Perifollo estiró las sábanas, buscó y rebuscó, pero no encontró aquello que tanto me molestaba. Antes de darme cuenta estaba metiendo la cabeza bajo la almohada, de mi boca salían gemidos que cambiaban las vocales de "o" a "a", Perifollo me hablaba y acariciaba, me tranquilizaba mucho escuchar su voz, le dije que Ele entraba y nos decía que seguía de 5cm pediría la epidural. Ele entró a vernos al escuchar mis gemidos, miré el reloj, eran las 16:20, preguntó cómo iba todo y me quejé de que "algo" se me clavaba durante las contracciones, me pidió permiso para explorarme , estaba de 7cm. Me alegré muchísimo. Me ayudaron a levantarme para averiguar qué era lo que molestaba de la cama, resultó ser la cama en si, me estaba quejando de la junta de las piezas que hacen que la cama pueda desmontarse para elegir postura de parto. Estando de pie las contracciones me resultaban más difíciles de controlar, me abracé a Perifollo para tratar de sobrellevarlas, Ele volvió a preguntar si quería la epidural, me rendí y dije que si, pero que quería ir al baño antes. Me acompañaron hasta el wc y al sentarme una contracción se hizo conmigo, la enfermera me preguntó "¿no tendrás ganas de empujar?" yo le dije que no con la cabeza, pero antes de asimilar que la contracción había pasado empezó otra, me entró mucho calor... me di cuenta de que estaba empujando, se lo dije a la enfermera. Me dieron a firmar el consentimiento para la epidural y me ayudaron a llegar a la cama, la matrona me pidió permiso para explorarme al ver que trataba de evitar sin resultado el empujar, antes de que a la enfermera le diera tiempo de ir a llamar al anestesista Ele dijo "¡ya no hay tiempo! ¡Este pequeño sale ya!" Miré a Perifollo, muerta de miedo, en mi cabeza solo sonaba una frase "¿seré capaz de hacer esto?" él me miró y sonrió, estaba pálido y nervioso, pero me miraba firme, me sujetó la mano. No hubo tiempo de desmontar la cama, la enfermera me colocó los pies en las guías y ayudó a Ele a terminar de vestirse mientras yo empujaba. Ele hablaba, oía su voz, la de Perifollo, la de la enfermera... pero yo era incapaz de entender lo que decían, mi cuerpo era presa de un calor infernal, y entonces algo en mi cambió, era capaz, me sentía capaz, no sentía dolor, solo una fuerza inmensa con cada contracción que me guiaba y me hacía gemir y gruñir. En un momento fugaz pensé "yo quiero parir en cuclillas" pero ese pensamiento vino igual que se fue. Recuerdo escuchar mi nombre, Ele me daba instrucciones, pero yo no lograba entenderle, le dije "se que me estás hablando pero no logro comprender qué dices" pude oírle decir "no empujes, espera que se gire" pero no podía dejar de empujar, le dije a Ele "me estás haciendo mucho daño aquí" y llevé mi mano hasta mi vagina, él me paró y me dijo "no toques ahora, no soy yo, es tu bebé" me estaba desgarrando, pude comprenderlo. Aquella fuerza se hizo más y más fuerte y entonces todo pasó y sentí un calor húmedo sobre mi pecho. ¡Comino ya estaba sobre mi! Le miré, le besé, olí su pelo, escuché su llanto, toqué su suave piel, miré a Perifollo, lloraba, lloré, hasta la enfermera (que limpió a Comino al vuelo en un tiempo récord con una toalla mientras le ponían sobre mi pecho) estaba emocionada. Ele dijo "hora de nacimiento 16:55". Comentamos que era muy grande, nos dieron la enhorabuena, besé a Perifollo y él me besó a mi, ya éramos padres, recordé aquel amor infinito al ver a tu bebé, conocí al segundo gran amor de mi vida. El cordón dejó de latir y Ele lo cortó. Comino se enganchó a mi pecho enseguida, mamaba con mucha fuerza. Recuerdo cuando Ele me explicó que había sufrido dos pequeños desgarros, me puso un poco de anestesia para coser uno de ellos, dos pequeños puntos por un lado, tres por otro, Perifollo cogió en brazos a nuestro pequeño mientras me cosían. Le pregunté a Ele que qué pasaba con la bolsa, que si tenía que volver a empujar, entonces él me dijo que no, que ya la había expulsado y me la enseñó, ¡era enorme! o eso me pareció, le comenté que se me habían dormido los dedos de los pies, "eso es por hacer tanta fuerza" me respondió con una sonrisa. Nos midieron la glucosa a Comino y a mi, yo estaba bien, pero tenía fiebre, Ele me pinchó vitamina K, Comino tenía el azúcar algo bajo, nos enseñaron a darle suplemento con el método dedo-jeringa para evitar que tuviera una hipoglucemia y así evitar el intubarle. Nos dejaron solos y tranquilos, Comino mamaba como un profesional, sin ayudas, sin pautas a seguir "pégatelo todo lo que puedas" esa fue la única medida a tener en cuenta. El ginecólogo vino a vernos y me dijo "¿pero cómo se te ocurre parir sin esperarme?" entre sonrisas, hablamos un poco. Una hora después Perifollo se fue a buscar a Curcuhuete, para que fuera el primero en conocer a su hermano, cuando regresaron nos estaban preparando para subir a la habitación. Estuvimos dos horas en paritorio, conociéndonos, a solas.




Comino nació el 13 de Septiembre de 2015 a las 16:55, 4´320kg, 52cm. El segundo gran amor de mi vida. 

sábado, 20 de agosto de 2016

Albóndigas de pollo

Hoy os traigo una receta para toda la familia. En esta ocasión no voy a poner pesos porque he tenido problemas con la báscula, así que os la pongo tal cual la he hecho, como dice mi madre "a ojímetro".
Perifollo trabaja muchas horas y habitualmente tiene que llevarse la comida de casa, así que cuando hago comida algo más elaborada  lo hago pensando en poder guardar algún tupper y poder tener algo congelado para que él pueda llevarse en otra ocasión, así que tened en cuenta que de esta receta me ha salido como para unas seis raciones (si sois de buen comer) aunque perfectamente pueden salir hasta ocho con un buen acompañamiento. En este caso he sacado una ración a parte para que Comino coma albóndigas un par de veces. Para las suyas no he utilizado ni sal ni azúcar, y en lugar de pan rayado he usado copos de avena.
Aquí tenéis mi receta.

Ingredientes:
Para la carne:
3 pechugas de pollo (pesaban unos 700gr entre las tres)
3 cucharadas de copos de avena
2 zanahorias
2 dientes de ajo
1 calabacín
1 chorrito de aceite de oliva
1/2 cebolla
Sal
Pan rallado
Para la salsa:
4 champiñones
1 bote de tomate triturado (no me quedaban tomates naturales)
1 zanahoria
1/4 cebolla
Orégano
Albahaca
1/2 cucharadita de azúcar
Sal

Preparación:
Pelar los ajos, la cebolla, el calabacín y las zanahorias.
Mezclar todos los ingredientes de la carne, excepto el pan rallado, en una procesadora hasta que estén bien picados y ligados. (También se puede utilizar carne picada de pollo y picar en juliana, muy pequeñito, el resto de ingredientes). Hacer bolas y pasarlas por el pan rallado. Freír las albóndigas a fuego medio hasta que estén doradas. Reservar en un recipiente con papel de cocina para que absorba el exceso de aceite.
Picar los champiñones, la cebolla y la zanahoria y sofreír con una pizca de sal. Añadir el tomate triturado, el azúcar, la sal y las especias y freír a fuego lento cinco minutos, triturar la salsa en una procesadora y volver a poner al fuego unos minutos más.
Añadir las albóndigas a la salsa, mover unos minutos a fuego medio para ligar las albóndigas con la salsa y servir caliente.





Podéis acompañar esta receta con patatas fritas, arroz, pasta, ensalada... Las albóndigas, al ir a hacer la forma, quedan blanditas y pegajosas, están pensadas para que Comino y sus 6 dientes y medio puedan hacerse con ellas, por eso hay que pasarlas por pan rallado antes de freírlas, para que no se deshagan. Si las queréis más consistentes podéis cambiar los copos de avena por pan rallado y añadirle huevo a la receta.
Si sois de los que no os importa tener "tropezones" en la salsa se puede hacer también sin triturarla, pero a Curcuhuete no le gusta encontrar trocitos en las salsas, y menos aún saber que esos trozos son verduras (es curioso porque por separado si que le gustan, pero juntas no).
Como siempre espero que me contéis resultado de vuestra receta si os animáis a hacerla.
Hasta la próxima entrada.



viernes, 19 de agosto de 2016

Día mundial de la fotografía

Hoy es el día mundial de la fotografía, y aunque no soy profesional del sector si que soy una aficionada a ella. No tengo una cámara especialmente buena, de hecho la mayoría de mis fotos están hechas con el móvil, pero disfruto de lo lindo buscando detalles que me llaman la atención, creando recuerdos de paseos, experiencias, vivencias del día a día.
Os dejo un pequeño avance de algunas de mis fotos favoritas, no porque sean especialmente bonitas, algunas sencillamente me gustan por lo que me recuerdan, por el instante que muestran.
Algunas de ellas las habréis visto en mi perfil, o página de facebook, otras son simplemente recuerdos de días especiales, de momentos únicos, de detalles que me gustó plasmar de forma perpetua. 










Si queréis enseñarme aquellas fotografías importantes para vosotros, o bonitas, o que tengan una historia especial, o que os guste enseñarlas por el motivo que sea, estaré encantada de verlas.
Hasta la próxima entrada.

jueves, 18 de agosto de 2016

Descubriendo el mundo

Esta semana ha sido el cumpleaños de mi sobrino el pequeño (que ya no es tan pequeño) y lo celebramos en el campo, a la sombra de los pinos como dice la canción y muy cerquita de una fuente. En contra de todo pronóstico, Comino se lo pasó en grande. Suelen darle "asquito" la tierra, el césped, las hojas... y así era al principio, pero luego se lanzó a comerse la naturaleza, en sentido literal, probando el agua de la fuente natural, la tierra, las piñas, alguna piedra y palitos varios.
Terminamos hasta arriba de tierra, agua, comida, globos (que también le gustaron mucho), vimos de cerca muchos pajaritos y lo pasamos en grande disfrutando de la familia y la naturaleza.
Y como para conocer el mundo no hay nada mejor que probarlo, aquí os dejo una pequeña muestra de el contacto con alguno de los materiales que la madre naturaleza nos dejó a nuestro alcance.




Muchas veces menos es más. Relajaos y disfrutad del entorno.
Hasta la próxima entrada.

domingo, 14 de agosto de 2016

El nacimiento de Curcuhuete

Se acerca el primer cumpleaños de Comino, y según se va a cercando la fecha más vuelve a mi cabeza el recuerdo de aquel día. Pero toda segunda historia tiene una primera, así que hoy os contaré la historia del nacimiento de Curcuhuete. 

21 de Febrero de 2007. Tenía 21 años y estaba embarazada de 41+4, así que aquella mañana acudí al hospital acompañada por mi padre,con la intención de que me ingresaran para inducir el parto. Al llegar me exploraron y me llevaron a monitores. La matrona era joven y lo explicaba todo con mucha delicadeza, por desgracia no recuerdo su nombre, me dijo que estaba muy verde, de hecho ni tan siquiera había comenzado a borrar cuello así que me recomendó irme a casa, pasear y volver por la tarde para ingresarme y valorar la inducción al día siguiente por la mañana, así que así lo hice. Mi madre me preparó una sopa de pollo casera que me comí encantada, pero no quise comer nada más. Tenía muchas ganas de ver a Curcuhuete, pero también tenía miedo a la inducción, así que en un último intento me fui a pasear para ver si mi pequeño se animaba a salir por si mismo, pero no parecía tener muchas ganas, así que a las 17h volví al hospital. Allí me esperaba la misma matrona que me había explorado por la mañana y al volver a hacerlo me preguntó "¿Qué has comido?" yo le respondí "sopa, no me entraba nada más" ella sonrió y me dijo "esto está avanzando, casi has borrado el cuello". Me hicieron analítica, me pusieron la vía (les costó 6 pinchazos y 40 minutos), monitores y me ingresaron. Aun recuerdo decirle a mi cuñado mientras cenaba que no sabía si serían los nervios, pero que me dolía la tripa como si me fuera a bajar la regla.
Aquella noche no podía dormir, hablaba con mi compañera de habitación, que acababa de tener por cesárea a una pequeña de poco mas de dos kilos a la que casi no se le escuchaba llorar, y yo empecé a preocuparme de si sería capaz de escuchar llorar a mi hijo durante la noche. A las 23h estaba paseando por el pasillo y aquella encantadora matrona me preguntó si quería que me hiciera un monitor, le dije que si. Al preguntarme cómo me encontraba le comenté lo de el dolorcillo de regla y me dijo que era normal, que estaba empezando a tener contracciones, yo me sorprendí mucho y me alegré pensando que si me ponía de parto de forma espontánea no me lo inducirían por la mañana.
Llamé a mi madre para contarle los avances, me dijo que ante cualquier cosa les llamara de nuevo, que si no les llamaba estaría en el hospital a las 8 de la mañana. Después llamé al padre del niño, él simplemente me dijo "vale" y me colgó porque estaba ocupado (si, lo se, es una joyita).
A las 4 de la mañana mi compañera de habitación me preguntó que si estaba cronometrando las contracciones, no se porqué no se me había ocurrido hacerlo, simplemente las sentía llegar, cada vez más cercanas, cada vez más notables. Llamó a la matrona para que me mirasen porque, según me dijo ella, ya no era capaz de hablar durante las contracciones y eso significaba que la cosa se estaba animando. La matrona me acompañó un rato, paseamos juntas por el pasillo, hablamos de todo un poco y me cronometró las contracciones, eran irregulares cada 2, 7, 10 minutos. Me sugirió que me tumbara para descansar un poco y me dijo que se pasaría a verme en un rato. Cuando llegó eran las 6 de la mañana, yo había dormido a ratos, las contracciones eran más notables, pero no dolían lo que pensaba que dolerían, eran muy llevaderas, le comenté a la matrona que si me quedaba quieta se espaciaban más, pero que si me movía venían más seguidas, le dije "mira, ¿ves? !aquí viene otra! y si me pongo así... ¡Otra!" ella se reía y me dijo que casi nunca veía a mujeres contentas de tener contracciones seguidas, entre risas y buen humor me dijo que parecía masoquista.
A las 8 de la mañana llegó mi madre, mi padre se fue a buscar al padre de mi pequeño. Casi al mismo tiempo que mi madre entró en la habitación llegó la matrona con una enfermera, me reconocieron (2cm de dilatación) y me pusieron el enema. Eso es lo más desagradable que recuerdo del parto, los minutos siguientes entre contracciones y retortijones fueron muy desagradables.
A las 9 en punto de la mañana me llevaron a la sala de dilatación, allí la matrona se despidió de mi y me presentó a quien la sustituiría, un matrón del cual si recuerdo el nombre, pero le llamaremos "Eme" él nada más verme me exploró y rompió la bolsa, conectó el monitor externo y procedió a "poner en marcha esto". Le pregunté qué era lo que me estaba poniendo en el gotero (que caía a chorro) y me dijo "esto es suero y esto oxitocina" le pregunté si había leído mi plan de parto y me dijo que en una inducción esas cosas no se podían seguir, yo le dije que si ya tenía contracciones porqué había que inducirlo, porque pensaba que ya había empezado todo y su respuesta fue que eso no era estar de parto, que me relajara y dejara hacer, ellos son los que saben cómo funciona todo y como yo era primeriza seguramente nos daría el día siguiente hasta que pudiera dar a luz. No supe ni quise discutir aquello, así que pregunté que cuando iba  a llegar mi pareja y fueron a llamarle. Él entró sobre las 9.30 a dilatación conmigo y las contracciones empezaron a hacerse muy dolorosas y seguidas. A las 10 de la mañana Eme me dijo que no podía escuchar bien el latido del bebé porque yo había engordado mucho (en eso le doy la razón, cogí ni más ni menos que 30 kilos en el embarazo)y que para asegurarse de que estuviera bien tenía que poner el monitor interno. A Curcuhuete no parecía gustarle mucho aquello y hasta en tres ocasiones se giró cuando se lo pusieron haciendo que se soltara.

Tenía sed, mucha sed, pero no me dejaron beber nada, me dieron una gasa húmeda para pasármela por los labios.
A las 11, más o menos, dejé de sentir contracciones para sentir una contracción laaarga y dolorosa, perdí el control. Hicieron salir de la sala al padre de Curcuhuete y Eme vino a explorarme pero me costó muchísimo abrir las piernas, estaba muy tensa, me hizo daño. Estaba dilatada de 5cm y tenía la tensión por las nubes. Eme me dijo que o hacíamos algo para bajar la tensión o me llevaría a quirófano para una cesárea de urgencia, porque Curcuhuete estaba sufriendo, así que muy a mi pesar accedí a ponerme la epidural. La anestesista tardó poco en llegar y al verme tan tensa me dijo algo que nunca olvidaré "¿sabes porqué te duele tanto? porque eres muy joven, si te hubieras esperado unos añitos otro gallo cantaría" Yo solo tuve ánimos de decirle que si a las mujeres de 40 no les dolía parir, pero ella continuó en sus trece, no discutí más, solo me tumbé cuando ella me dejó y vomité. Cuando el padre de mi bebé entró de nuevo la epidural estaba haciéndome efecto, yo estaba tumbada de lado, vomitando y él me dijo "ahora me dirás que quieres tener más hijos" yo respiré hondo y le respondí "¡Claro que si!". Sentí como el dolor menguaba, no sentía mi pierna izquierda, la derecha si, pero dolía menos. La tensión bajó. Minutos después le pedí al padre de Curcuhuete que llamara a Eme porque tenía ganas de empujar. Eme llegó y me dijo que era muy pronto, que solo llevaba dos horas y media de parto y era primeriza, me recordó que las primerizas tardan más de 24 horas en parir, pero yo sentía una fuerza que me obligaba a empujar, algo que no podía controlar. A los pocos minutos Eme accedió a reconocerme, abrió mucho los ojos y llamó a la enfermera ¡Nos vamos a paritorio! ¡YA!
Me llevaron a la carrera al paritorio y aquello se llenó de gente, entre dos personas me ayudaron a subirme al potro mientras dos enfermeras ayudaban a vestirse a Eme y al padre de mi bebé y otra me rasuraba.
Eme me dijo que empujara con las contracciones, yo lo hice pero según él no sabía hacerlo bien "¿qué estás haciendo? tienes que hacer como si hicieras caca" pero mi cuerpo no me decía eso, no estaba en el wc, estaba dando a luz a mi hijo, me hizo sentir incapaz, cada vez que empujaba Curcuhuete hacía por salir, pero cuando dejaba de hacerlo volvía a subir. Eme pidió lo que llamó "un codo" e instantes después entró un ginecólogo (ginecosaurio para ser más exactos) que, tras darme unos guantazos en la cara al ritmo de "¿cómo vas campeona?" se subió al potro y me clavó el codo en la barriga empujando hacia abajo y sin dejarme apenas respirar (después entendí que eso era la kristeller). Eme pidió unas tijeras y cortó sin más. Unos cuantos pujos dirigidos por Eme y ginecosaurio y a las 12:12 de la mañana del 22 de febrero de 2007 sentí como me desinflaba literalmente al tener por fin sobre mi pecho a mi pequeño Curcuhuete. Lloraba a pleno pulmón (ilusa de mi que pensé que lloraría bajito) y me miraba con el ceño fruncido. El primer gran amor de mi vida ya estaba en mis brazos, le dije "Hola mi amor" y pude olerle y besarle.
Dos enfermeras se lo llevaron a una cunita que estaba a mi lado (aunque a mi se me hacía muy lejos) para medirle, pesarle... mientras a mi me ponían una nueva ración de oxitocina para expulsar la placenta, de nuevo con kristeller incluida, tal vez aquel sea el peor recuerdo que tengo del parto. Me devolvieron a mi pequeño ya con pañal, gorrito y pijama, envuelto en una toalla mientras me ponían los puntos para cerrar la episiotomía.
La enfermera me dijo "Es un niño muy grande y sano 51cm 4´120kg. Enhorabuena".
Y así, en lo que me pareció muy poco tiempo, nació mi pequeño, que ya no es tan pequeño.



El primer gran amor de mi vida, el primero en llamarme mamá, uno de mis grandes motivos para tratar de mejorar. Mi Curcuhuete.

viernes, 12 de agosto de 2016

BLW Hamburguesas de arroz

De nuevo otra receta pensada para los más pequeños de la casa.
Esta receta, como todas la que os propongo tiene opción de hacer muchas variaciones, y después de probarla creo que intentaré probarla con pescado, pero por el momento os enseño cómo la he hecho hoy. La verdad es que pensaba que no iba a gustarles mucho a los niños, pero no ha sido así, les ha encantado. Curcuhuete no ha dejado ni rastro de su hamburguesa, y Comino se ha comido cinco ni más ni menos. Han salido seis raciones de esta receta. Dicho lo dicho, a ello que voy.

Ingredientes:
400 gr de carne picada (yo he picado unos filetes de cerdo que tenía congelados)
300 gr de arroz blanco cocido
150 gr de calabacín
100 gr de cebolla
20 ml de aceite de oliva virgen extra
1 diente de ajo

Preparación:
Precalentar el horno a 200ºC
Picar el calabacín, la cebolla y el ajo bien pequeñito.
Mezclar las verduras con la carne y el aceite de oliva, añadir poco a poco el arroz hasta lograr que quede una masa uniforme.
Hacer bolas con las manos y dar la forma deseada.
Hornear 20 minutos hasta que se doren un poco.


Para los mayores he añadido sal y una pizca de perejil picado y he acompañado las hamburguesas de una buena ensalada. Esta receta gana mucho si el arroz se cuece con caldo.
Como siempre os animo a que me contéis vuestra experiencia si os animáis a probarlas.
¡Hasta la próxima entrada!

miércoles, 10 de agosto de 2016

BLW Galletas de zanahoria

¡Otra receta para los peques!
Hoy hacemos galletas de zanahoria, ricas, blanditas y con un olorcillo que alimenta. Una receta de lo más fácil para poder hacerla con los peques. Salen más o menos 20 galletas, depende del tamaño que quieras darles. 

Ingredientes:
180 gr de harina (para esta receta he usado la mitad de harina de trigo y la mitad de harina de avena)
120 gr de zanahorias
100 gr de plátano (cuanto más maduro más dulces saldrán las galletas)
50 ml de aceite de oliva virgen extra
1 cucharadita de levadura

Preparación:
Precalentar el horno a 200ºC.
Pelar las zanahorias y rallarlas. Pelar el plátano y aplastarlo con un tenedor hasta hacer una masa.
Mezclar el plátano con la zanahoria y el aceite. Incorporar poco a poco la harina y la levadura hasta lograr una masa homogénea.
Hacer bolitas y poner en una bandeja de horno con papel de horno para evitar que se peguen.
Hornear 15 minutos y ¡disfrutar!




A esta receta se le pueden añadir otros ingredientes como pasas, coco, manzana rallada o canela, eso lo dejo al gusto de cada uno. Si queréis hacerlas para mayores podéis cambiar el plátano por 80 gr de azúcar, quedarán algo más crujientes. Contadme el resultado si os animáis a hacerlas.
¡Hasta la próxima entrada!

domingo, 7 de agosto de 2016

Semana mundial de la lactancia materna

Cuando nació Curcuhuete yo tenía muchas ganas de disfrutar con él de la lactancia, pero no empezamos bien. En el paritorio no nos dieron la opción de que pudiera mamar por primera vez, no fue hace tanto tiempo, pero antes no era algo que se hiciera por costumbre, el piel con piel de nada más nacer duró solo un par de minutos, enseguida se lo llevaron a una cunita, cerca mía pero a la vez muy lejos, para limpiarle, comprobar las vías respiratorias, pesarle, medirle... Por suerte las cosas están cambiando y ya se respetan esos primeros momentos, esas tan cruciales primeras horas.
La primera vez que pude poner a Curcuhuete al pecho estábamos en la habitación del hospital, rodeados de personas que querían compartir aquellos primeros momentos con nosotros. No fue muy bien, él lloraba mucho, yo estaba nerviosa y no lograba encontrar una postura cómoda al tener aun los efectos de la epidural. Una enfermera me dejó un biberón, y me recomendó dárselo si le veía incómodo, no lo hice.
Al cabo de un rato nos quedamos a solas en la habitación mi madre, Curcuhuete y yo (bueno, y mi compañera de habitación con su familia, pero ellos estaban a lo suyo, no les sentía allí, la verdad) Mi madre me ayudó a ponerme cómoda y me dio unos consejos para poder darle el pecho a mi bebé, ¡lo conseguimos! Se enganchó fácilmente y empezó a mamar con mucha fuerza, me sentía tan capaz, tan feliz de poder alimentar a mi hijo... entró una enfermera junto a una mujer de la limpieza (esta última es la tía de el padre de Curcuhuete) le vieron mamando y me dijeron que debía cronometrar diez minutos de cada pecho, que la postura no era la correcta... La enfermera me cogió el pecho con una mano y la cara de mi bebé con la otra, él empezó a llorar, como es lógico, me pellizcaba el pezón y trataba de meterlo a la fuerza en la boca de mi pequeño, que lloraba de rabia. Aquello se me hizo eterno, no se cuánto tiempo duró, pero a mi me parecieron horas, horas en las que me decían que mis pezones eran muy pequeños, que él no se agarraba bien, que no sabíamos hacerlo. Llegó el momento en el que aquella enfermera se rindió de que mi pequeño recién nacido no quisiera mamar, la mujer de la limpieza le cogió en brazos para calmarle y me dijo "este niño tiene hambre" y sin preguntar, le metió en la boca el biberón que nos habían dejado en la mesita. Curcuhuete empezó a tragar como si no hubiera mañana, y a partir de ahí, en cada toma (cada tres horas, ni antes ni después, y cronometradas) había una enfermera recomendándome qué hacer y cómo hacerlo, y después de eso un biberón.
Al llegar a casa sentí cómo mi cuerpo se esforzaba por alimentar a mi pequeño, llegó la subida. Trataba de pegarme al pecho a mi bebé según me dijeron, pero él lloraba y lloraba, y solo le calmaba el incesante chorro del biberón. Traté durante un mes y medio lograr aquella imagen perfecta de una madre amamantando a su hijo, pero el dolor era inmenso, sangraba, y cada toma era un infierno. No tuve la información que tengo ahora, no tuve a mi disposición un grupo de apoyo, y la lactancia se fue como vino, entre lloros de los dos.
Me di cuenta de que no darle el pecho a mi hijo no me convertía en menos madre, lo acepté y pasamos a una lactancia artificial con mucho amor, bien cerquita el uno del otro, disfrutando de nuestro momento tranquilo en la intimidad. No logré amamantar a mi hijo,y esa espinita se quedó conmigo.
Por desgracia no tengo ninguna foto de esos pocos días en los que intentamos tener una lactancia feliz, y mis recuerdos de aquella etapa son dolorosos, pero eso no me impidió volver a poner toda mi ilusión para lograr la lactancia materna exclusiva con Comino.

Ocho años después llegó otra oportunidad, en esta ocasión el personal del hospital me ayudó a tener dos horas de piel con piel, nos dejaron intimidad para conseguir un primer agarre espontáneo, y no intervinieron con biberones, sino que nos aconsejaron el método dedo-jeringa para los suplementos que necesitó las primeras horas por las bajadas de azúcar (a causa de mi diabetes gestacional). Nos ayudaron a conseguir una lactancia materna exclusiva, nos apoyaron y solucionaron dudas y problemas, incluso los que han ido surgiendo meses después.
En esta ocasión he podido hacer uso de mucha más información, ahora se que la lactancia es a demanda, sin relojes de por medio, y que dar de mamar no tiene que doler. Disfruto de los momentos en los que alimento a mi hijo y también de los momentos en los que el darle el pecho sirve para dormir porque tiene sueño, o calmar porque está nervioso, o porque algo duele (bendita tetanelgesia para las vacunas, analíticas...) o sencillamente porque necesitamos el contacto el uno del otro. No siempre ha sido fácil, pero volvería a pasar por todos los males solo para poder tener esa sensación de plenitud que me invade al dar de mamar a mi pequeño.
Para celebrar estos momentos decidí hacernos una foto por cada día de la semana mundial de la lactancia materna, que termina hoy. Aquí os dejo el resultado de la semana.
¡Feliz lactancia! Hasta la próxima entrada.

















miércoles, 3 de agosto de 2016

BLW Fingers de pavo

Hoy toca otra receta para los más pequeños de la casa.
Unos riquísimos fingers de pavo, aunque pueden hacerse en forma de nuggets o hamburguesa. Yo los he hecho así porque a Comino le gusta más comer cosas que son más grandes que su mano, si lo ve más pequeño suele tirarlo al suelo después de probarlo, así que la forma depende de cómo les guste más a los protagonistas de la receta.

Ingredientes:
150 gr de pavo
100 gr de zanahorias
30 gr de copos de avena
20 gr de puerro
10 ml de aceite de oliva virgen extra
1 diente de ajo

Preparación:
Precalentar el horno a 200ºC
Pelar y cortar las zanahorias, en trozos no muy pequeños para que la procesadora los pueda triturar bien, pelar el diente de ajo.
Juntar todos los ingredientes en una procesadora y triturar. (En mi caso he usado la thermomix, pero vale cualquier otra picadora)
Una vez que todo quede bien triturado darle la forma deseada y poner en una bandeja de horno con papel de horno para evitar que se pegue.
Hornear 20 minutos ¡y disfrutar!







Con los ingredientes de esta receta sale cantidad para dos veces, más o menos, Comino se ha terminado todos los de el plato. Podéis añadir diferentes verduras, cereales o cambiar el pavo por pollo, ternera, pescado... A vuestra elección lo dejo. Para los mayores suelo hacer lo mismo, a veces le añado sal a la receta o alguna especia, depende de los ingredientes que utilice.
Si os animáis a hacerla no dudéis en contarme el resultado.
¡Hasta la próxima entrada!

martes, 2 de agosto de 2016

Juzgar y ser juzgado

Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, nos hemos sentido juzgados por alguien que, lo conozcamos o no, se cree con el suficiente conocimiento sobre nosotros mismos como para ser capaz de hablar por nosotros. Y de la misma manera, nosotros hemos hecho lo mismo con otras personas. Hoy quiero reflexionar un poco sobre esto.
Desde que era adolescente he sido consciente de muchas de las veces que me han juzgado, por vestir de determinada manera, por salir (o no salir) por determinados lugares, por mis gustos musicales, por mi peinado, mi físico, mi carácter, mi aspecto, mi humor, mis amistades... En muchas ocasiones el qué pensarán otros de mi no me preocupaba, pero en otras me ofendía, dolía, acomplejaba, hacía incluso que dejara de tener ganas de hacer cosas que me gustaban y motivaban.
Nunca he sido una persona con mucho autoestima y el sentirme juzgada no me ayudaba. Con el paso de los años he madurado un poco, he aprendido a quererme como soy y a tratar de mejorar aquello con lo que no me siento cómoda. Pero a pesar del tiempo, del camino recorrido, de las experiencias vividas y las lecciones aprendidas no siempre soy capaz de evitar que ciertas críticas me afecten.
Desde que soy madre me siento mucho más juzgada que antes. Porque no, no he recuperado la figura tras los partos, tengo estrías, más kilos de más de los que ya tenía antes de los embarazos, no tengo tiempo de maquillarme a diario, ir al gimnasio o la peluquería, ni de pintarme las uñas, ni de tener la casa tan limpia y ordenada como debería, o me gustaría. Oigo a la gente decir cosas sobre mi como que no he disfrutado de la vida por ser madre joven, o que mis hijos se comportan de forma que los suyos nunca harían. Hay quien a día de hoy, aun le sorprende que mis hijos no lleven el mismo apellido paterno, porque no, mis hijos no tienen el mismo padre biológico, pero ambos son mis hijos, y en lo que a mi marido y a mi respecta, ambos son nuestros hijos. Por si con eso no le doy a la gente suficientes motivos para juzgar u opinar cuando se acercan a hablar conmigo les doy más motivos aún. Si señores y señoras, Comino tiene 10 meses y toma teta, y lo seguirá haciendo hasta que él y yo decidamos, hacemos BLW, nos gusta portear (aunque eso no hace que usemos el carro en diversas ocasiones) practicamos colecho y el libre movimiento. Si, Curcuhuete tiene claro quién es su familia, juega a la consola, carga a su hermano en brazos, tiene opiniones propias, toma decisiones, es un niño inquieto. No somos perfectos, cometemos errores, perdemos la paciencia, discutimos, nos abrazamos (mucho, mucho) nos decimos que nos queremos, jugamos juntos, reímos juntos y si, de vez en cuando comemos comida rápida.
En esta vida, hagas lo que hagas, decidas lo que decidas, siempre habrá quien se vea en la posición de juzgar que no es lo correcto. pero ¿quién decide qué es lo correcto? Pues tu mismo, ni más ni menos.
Os he contado toda esta historia para poder poneros en situación, ahora toca la batallita.
Creo que soy una persona tolerante, y aunque alguien me comente algo con lo que yo no estoy de acuerdo no pongo el grito en el cielo para tratar de llevarles a mi camino, por eso me sorprende tanto que cuando hablo con otras madres que no entienden la crianza igual que yo, y me exponen su forma de hacer las cosas no tarden ni medio segundo en rebatir mis decisiones, y traten de convencerme de que lo que hago son "tonterías", o es "absurdo", o es una "locura". Esas palabras son de las favoritas de los que me dicen que el colecho, el BLW, la lactancia materna más allá de los seis meses o la crianza con apego son modas o inventos modernos, que lo "normal" y lo "natural" son las cunas, las papillas y los biberones. No tengo nada en contra de estas cosas, de hecho las he utilizado, pero siempre he tenido las cosas claras al respecto, que son inventos útiles, pero no tan necesarios como nos hacen creer.
Hace poco hablaba con una madre que me decía que me estoy sacrificando mucho por darle teta a Comino, que si le diera biberones podría relajarme más y dormir tranquila. Yo he aprendido a a sentir y decir eso de "puede que tengas razón" cuando no tengo mucha relación con la persona que me dice su opinión al respecto, o cuando le conozco demasiado como para saber que en lugar de escucharme y debatir va a terminar ofendiéndome para asegurar su razón absoluta, pero en este caso le dije lo que pienso. ¿Acaso hay algo más cómodo que tener la comida siempre a punto y en su temperatura exacta? Sin tener que manchar nada, ni gastar luz o agua, ni preocuparme de ir a todas partes cargada. ¿Crees que no descansamos por la noche? Dormimos del tirón, cuando tiene hambre mama, no llora, no se despierta, no tengo que levantarme para prepararle leche o cogerle en brazos porque se sienta solo o desatendido. Además si algo le asusta, o le duele, solo tiene que acercarse a mi pecho, y no solo tendrá alimento, tendrá a su madre, su cariño, su abrazo, su calor. La lactancia no solo es comida, es mucho más. ¿Sabéis cual fue su respuesta? Me dijo que eso son cosas de hippies, que para algo hay tantos inventos para hacer las cosas más sencillas. Hasta ahí llegué, simplemente asentí y le dije "puede que tengas razón".
¿A dónde quiero llegar con todo esto? Que de la misma manera que a mi me entran los siete males cuando veo a un bebé de pocos meses chupando una galleta, o un helado, a otros parece ofenderles que mis hijos merienden fruta en lugar de bollos.
Llevo un tiempo tratando de juzgar menos a los demás, a veces comento cosas que me llaman la atención o me sorprenden, a veces me muerdo la lengua para no decir lo que pienso.
Me he propuesto a mi misma ofenderme menos y ofender menos, que de la misma manera que lo que me digan a mi puede ofenderme soy consciente de que al decir lo que pienso puedo ofender a los demás. Intentaré hacer buenos avances y poder ir contándolos por aquí. Al igual que aprovecharé mi rinconcito para desahogarme en determinados momentos.
Procuremos ser más tolerantes, juzgar menos y disfrutar más.
¡Hasta la próxima entrada!